«Pero el borracho insistió alegando sus derechos entre las crecientes risas del público, hasta que intervino el tío Paloma con sus preguntas… Y si entraba por fin en el sorteo y le tocaba uno de los mejores puestos, ¿qué haría de él? ¿cómo lo explotaría, si no era pescador ni conocía el oficio? El vagabundo sonrió maliciosamente. Lo importante era conseguir el puesto; lo demás corría de su cuenta. Ya se arreglaría de modo que trabajasen otros para él, dándole la mejor parte del producto. Y en su cínica sonrisa vibraba la maligna expresión del primer hombre que engañó a su semejante, haciéndolo trabajar para mantenerse en la holganza».
Cañas y barro
Vicente Blasco Ibáñez
La pesca en la Albufera
El Palmar
López Egea
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