«Pero los cantores se tenían por los muchachos más bien plantados del pueblo; eran los matoncillos que habían salido a la luz mientras él rodaba por las tierras de Ultramar. Tenían deseos de hacer ver que no les inspiraba ningún miedo el Cubano, y reían de sus recomendaciones, inventando apresuradamente coplas, que lanzaban como proyectiles contra la taberna.
Un muchachuelo, sobrino de la Samaruca, hizo desbordar la cólera de Tonet. Cantó una copla sobre la asociación de Cañamel y el Cubano, diciendo que no sólo explotaban juntos la Sequiota, sino que se repartían a Neleta, y terminó afirmando que pronto tendría la tabernera la sucesión que en vano pedía a su marido.
El Cubano se plantó de un salto en medio del corro, y a la luz de la antorcha se le vio levantar la culata del retaco, golpeando la cara del cantor. Como éste se rehiciera, echando mano a su escopeta, Tonet dio un salto atrás, disparando su carabina casi sin apuntar… ¡La tormenta que se armó…! Perdióse la bala en el espacio, pero Sangonera creyó oír su silbido junto a la nariz, y se arrojó al suelo dando espantosos alaridos.
—¡M’ han mort…! ¡Asesino…!».
Cañas y barro
Vicente Blasco Ibáñez
No hay comentarios:
Publicar un comentario