miércoles, 9 de octubre de 2019

Alma valenciana. Cuarta parte

Alma valenciana. Cuarta parte

«El pueblo reverencia la pintura como un arte familiar que tiene para él algo de misterioso. El labrador mira respetuosamente al jovencillo melenudo que pasa por la senda inmediata con la caja de colores, y al verle trabajar se aproxima quedamente, sin interrumpirle con la mas leve palabra. De la clase artesana independiente, de la burguesía pobre que ha llevado la blusa en su juventud y vive de una tiendecita, de un pequeño taller o de unas cuantas hectáreas de tierra, han salido y salen todos los artistas valencianos. Sorolla nació en un humilde comercio de telas, y huérfano desde la niñez, fue educado por un tío suyo, cerrajero. Los Benlliure son hijos de un hombre de mar: su abuelo navegó, y fue prisionero de los piratas de Argel. Pinazo, en su juventud, trabajó de sombrerero.

Hijos de la clase popular son los que después de haber pasado por las Escuelas Nocturnas de Artesanos (una institución laica fundada por la Revolución de Septiembre), van a la Academia de Bellas Artes y nutren el grupo permanente de pintores, qué es como la guarnición artística de Valencia.



Falla Municipal 1955

"La hora del diablo"

Artista: Salvador Octavio Vicent Cortina

http://fallas.com/

Además, esa artesanía emancipada que da sus hijos a la pintura, es la que compra libros y periódicos, haciendo de Valencia la ciudad que más papel impreso consume. Con hechos, mejor que con un análisis, puede mostrarse lo que es el alma valenciana, devota del arte hasta el fanatismo y dada a universalizar sus afectos y entusiasmos literarios. Raros son los que no saben, por ejemplo, que Tolstoi «es un ruso que escribe novelas en defensa de los pobres»; pero hay muchos que a estas horas aún no les ha dado la gana de saber con certeza quién preside en Madrid el Consejo de Ministros.


nterior Librería Ramón Ortega. Bajada San Francisco, 11

Archivo de Rafael Solaz

http://valenciablancoynegro.blogspot.com.es/2011/03/1910-interior-libreria-ramon-ortega.html

Cuando Zola era perseguido por el populacho nacionalista, inicié un mensaje de consuelo y adhesión, creyendo que sólo lo suscribirían unos cuantos escritores y artistas. ¡Tuve que colocar cuatro mesas con pliegos, y se recogieron treinta y dos mil firmas!... Venían las modistillas al salir del taller; los muchachos al abandonar la Escuela; los obreros, colgándose del hombro el saquillo, de la comida, cogían la pluma con dificultad entre sus dedos callosos; todo un pueblo de humildes, inflamados por el respeto al genio y la admiración al heroísmo. Algunos habían leído novelas de Zola en el folletín de El Pueblo; otros, ni esto, pues les bastaba saber que era un señor que escribía libros; un artista que estaba al lado de los desgraciados y los perseguidos. Y un grupo de encuadernadores, encuadernó gratuitamente el mensaje en tapas de marfil; otro, las cinceló; un orfebre las puso inscripciones de plata; los pintores adornaron las paginas con acuarelas; las obreritas de tez pálida y ojos orientales metieron flores entre las hojas, después de besarlas, y el grande hombre perseguido recibió una mañana, entre los aullidos de muerte de la muchedumbre y los insultos de los periódicos, aquel libro oliendo a jardín, rebosante de entusiasmo y fe; el alma de todo un pueblo que llegaba a sostenerle en la hora triste, el saludo de una ciudad que el novelista tuvo que buscar en el mapa, y de la que no tenía otras noticias que el nombre de las naranjas que se pregonan en el boulevard.

Hoy tal vez el álbum, con su perfume de rosas muertas, yace olvidado en un rincón de Medan, como un pequeño féretro de marfil que guarda el alma infantil y pura de todo un pueblo. Yo vi lo que escribía un albañil a continuación de su firma, con una sencillez que arrancaba lagrimas: «D. Emilio, cuando no pueda vivir ahí, véngase a Valencia: aquí tiene casa y un amigo. Vivo...» Y escribía las señas de su domicilio con la tranquilidad del que, ganando tres pesetas, aún esta dispuesto a partirlas con los que ama.


Blasco Ibáñez junto a las pescateras de El Progreso Pescador. 1911

http://elargonautavalenciano.blogspot.com.es/

El valenciano de la campiña tiene también su alma abierta al arte y siente la belleza con mas intensidad que los campesinos de otras regiones.

Influyen en esto la facilidad y la abundancia de su existencia sobre una tierra feraz, sin crudezas de clima. De joven es poeta e improvisa versos acompañado, por la dulzaina, al cantar les albaes ante la ventana de la novia. Tiene un teatro tradicional y grotesco, el Ball de Torrent, que arma su tablado en las plazas de los pueblos o entre dos barracas, como en los tiempos primitivos de la literatura dramática. 


El Ball de Torrent. 1928

Barberá Masip

Conserva la gallardía del árabe, cuando de un salto monta por el anca la jaca en pelo, para correr la joya. Las modernas costumbres han modificado su traje, afeándolo; pero durante tres siglos ha sido el único agricultor del mundo que vestía de seda. Las faldas de nuestras labradoras, bordadas de rosas. y claveles como las casullas, adornan hoy planos. y sillas en los salones elegantes».

Alma valenciana

Vicente Blasco Ibáñez

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