jueves, 10 de octubre de 2019

Alma valenciana. Y quinta parte

Alma valenciana. Y quinta parte

«La mujer valenciana no ha trabajado nunca la tierra. El labrador se deshonraría ante sus convecinos si obligase a la hembra a otro trabajo que la conservación de la barraca blanca y limpia. Mientras en el resto de España vestían las campesinas percales, bayetas o estameñas, la valenciana paseaba entre los rosales de su barraca, en los días de fiesta, con alta peineta de oro, grandes racimos de perlas pendientes de las orejas hasta tocar la pañoleta de blonda de los hombros, falda de brocado con flores y medias de seda. Cada barraca ocultaba en los arcones del estudi un pequeño tesoro: arracadas de perlas de las abuelas, agujas de esmeraldas para el rodete, broches de diamantes para el pañuelo de pecho. Lo que ganaba el hombre cultivando la tierra, era para adornar a la mujer, que muestra sobre él cierta superioridad intelectual y cuyos consejos sigue ciegamente.



Blanqueando la barraca. 1931

Foto Cabedo

Este pueblo de campesinos, vestidos como los aldeanos de las fiestas del Trianón, mostraba una elegancia aristocrática en sus fiestas. Su baile era la Chaquera vella, un minueto que parece de Mozart: y a la sombra de la parra, entre el gangueo de las dulzainas y el murmullo de la acequia, hombres y mujeres, cogidos de la mano, danzaban señorialmente, saludándose con rococa gravedad, sin que el mozo antes de casarse conociera otro contacto de su futura esposa que el de las puntas de los dedos.


Baile valenciano

Todocolección

La música es el arte supremo para el valenciano del campo. No hay pueblo sin banda de música. Casi todos tienen dos: una liberal y otra reaccionaria. Antes demostraban su superioridad a trabucazos, y cada serenata en la plaza del pueblo tenía por remate unas cuantas talecas, nombre que dan a las muertes violentas por la semejanza entre el talego que cae y el cuerpo que se desploma. Ahora luchan pacíficamente, estudiando mucho para conseguir un premio en el Certamen Internacional de Valencia. Son bandas con timbales e instrumentos de cuerda, a semejanza de las alemanas y francesas. Encargan el instrumental a Viena y a Munich, y no pasa maestro por Valencia al que no se hagan proposiciones para que se quede de director en algún pueblo. El labriego, mientras trabaja en el campo, solfea de memoria pensando en la academia de la noche.

Los certámenes de la capital les han hecho conocer a Wagner, y en los pueblos hablan de él con igual confianza que si fuese un músico, mayor de guarnición en Valencia. Ensayando meses enteros la Cabalgata de las walkyrias, los vecinos del pueblo acaban por saberla de memoria: las mujeres la canturrean en la boca del horno o lavando en la acequia; los chiquillos la gritan al salir de la escuela, esparciéndose por las sendas.

Nadie sabe qué es lo que canta; pero les gusta, les conmueve, y lo repiten.


"Apuntá" a la falla. 1941

Falla Convento Jerusalén

http://valenciablancoynegro.blogspot.com.es/2012/03/1941-apunta-la-falla.html

A la caída de la tarde, por los caminos hondos y rojizos, bordeados de naranjos que cortan con su follaje la mancha incandescente de la puesta del sol, se ve pasar alguna muchacha que regresa de la fuente, con el busto erguido, los codos pegados al talle, sobre la cabeza el cántaro inmóvil, esbelta y con un paso rítmico, como una canéfora helénica. 


Vida en la huerta valenciana. 1917

Francisco Roglá López

Donación Familia Roglá

http://bivaldi.gva.es/

Para ahuyentar el miedo que la infunden la soledad del campo y la noche que llega, canta en el silencio del crepúsculo y sale de sus labios inconscientes el himno amoroso de Segismundo junto al árbol de la choza prehistórica, el fresco «Canto de la primavera»..., sin que la pobrecilla sospeche, ni remotamente, que ha existido Wagner».

Alma valenciana

Vicente Blasco Ibáñez

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