«Tono dejaba hacer su voluntad al padre. No había que pensar en someter al viejo, y el aislamiento continuaba entre él y la familia. El pequeño Tonet era el único lazo de unión. Muchas veces el nieto se aproximaba al tío Paloma, como si le atrajese el buen olor de su caldero.
— ¡Tin, pobret, tin! —decía el abuelo con cariñosa lástima, como si lo viese en la mayor miseria.
Y le regalaba un muslo de fúlica, grasiento y estoposo sonriendo al ver cómo lo devoraba el pequeñuelo.
Cuando arreglaba algún all y pebre con sus viejos amigotes en la taberna, se llevaba al nieto sin decir palabra a los padres».
Cañas y barro
Vicente Blasco Ibáñez
Comiendo en la barca. La Albufera
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