«Doña Manuela iba siguiendo los callejones tortuosos formados por las
mesas cercanas al mercadillo de las flores. Allí estaba toda la
aristocracia del Mercado, la sangre azul de la reventa, las mozas guapas
y las matronas de tez tostada y espléndidas carnes, con su aderezo de
perlas y pañuelo de seda de vivos colores. Doña Manuela continuaba
haciendo sus compras, deteniéndose ante los productos raros y extraños
para la estación que puede ofrecer una huerta fecunda, cuyas entrañas
jamás descansan y que el clima convierte en invernadero. En lechos de
hojas estaban alineados y colocados con cierto arte los pimientos y
tomates, con sus rubicundeces falsas de productos casi artificiales; los
guisantes en sus verdes fundas; todo apetitoso y exótico, pero tan
caro, que al oír sus precios retrocedían con asombro los buenos
burgueses que por espíritu de economía iban al Mercado con la espuerta
bajo la raída capa.
Allí era donde resultaba más insufrible el monótono zumbido del Mercado.
El techo bajo de los pórticos repercutía y agrandaba las voces de los
compradores. Un hedor repugnante de carne cruda impregnaba el ambiente, y
sobre la línea de mostradores ostentábanse los rojos costillares
pendientes de garfios, las piernas de toro con sus encarnados músculos
asomando entre la amarillenta grasa con una armonía de tonos que
recordaba la bandera nacional, y los cabritos desollados, con las orejas
tiesas, los ojos llorosos y el vientre abierto, como si acabase de
pasar un Herodes exterminando la inocencia».
Arroz y tartana
Vicente Blasco Ibáñez
Carnes Eliseo
Mercado Central de Valencia
Diciembre de 1961
Portada del semanario "Valencia atracción"
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