«El dinero cautivo en los estudis durante el invierno, oculto en el arca o en el fondo de una media, comenzaba a circular por la vega. A la caída de la tarde llenábanse las tabernas de hombres enrojecidos y barnizados por el sol, con la recia camisa sudorosa, que hablaban de la cosecha y de la paga de San Juan, el semestre que había que entregar a los amos de la tierra.
También la abundancia había hecho renacer la alegría en la barraca de Batiste. La cosecha hacía olvidar al albaet. Únicamente la madre delataba con repentinas lágrimas y algún profundo suspiro el fugaz recuerdo del pequeño.
El trigo, los sacos repletos que Batiste y su hijo subían al granero y al caer de sus espaldas hacían temblar el piso, conmoviendo toda la barraca, era lo que interesaba a la familia».
La barraca
Vicente Blasco Ibáñez
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