«La muchedumbre era cada vez mayor en la plaza. El alcalde, con sus adjuntos y el alguacil, estaba en el canal aguardando la barca que traía de Valencia al representante de la Hacienda. Llegaban los personajes de la contornada para consagrar con su presencia el sorteo. La gente abría paso al teniente de carabineros, que venía de su soledad de Torre Nueva, entre la Dehesa y el mar, al galope del caballo, manchado del barro de las acequias. Presentábase el Jurado seguido de un mocetón que llevaba a cuestas la caja del archivo de la Comunidad, y el pare Miquèl, el belicoso vicario, con el balandrán al hombro y el gorrito ladeado, iba de grupo en grupo asegurando que la suerte volvería la espalda a los pecadores».
Cañas y barro
Vicente Blasco Ibáñez
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