lunes, 7 de agosto de 2023

Después los trajes magníficos; un palacio por casa

«En aquel Madrid estaba el señorito, el hijo de los amos, con el cual había jugado muchas veces siendo niña, y de cuya presencia huyó avergonzada el verano anterior, cuando hecho un arrogante mozo visitó el huerto. ¡Pícaros recuerdos! Ruborizábase pensando en las horas que pasaban, siendo niños, sentados en un ribazo, oyendo ella la historia de Cenicienta, la niña despreciada convertida repentinamente en arrogante princesa.

La eterna quimera de todas las niñas abandonadas venía entonces a tocarle en la frente con sus alas de oro. Veía detenerse un soberbio carruaje en la puerta del huerto; una hermosa señora la llamaba. «¡Hija mía... por fin te encuentro!», ni más ni menos que en la leyenda; después los trajes magníficos; un palacio por casa, y al  final, como no hay príncipes disponibles a todas horas para casarse, contentábase modestamente con hacer su marido al señorito».

Primavera triste

La condenada y otros cuentos

Vicente Blasco Ibáñez



Palacio de la Condesa de Ripalda

Bivaldi

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