«Hacía años que Luis no había visto las calles de Madrid a las nueve de la mañana.
A esta hora comenzaban a dormir todos sus amigos del Casino; pero él, en vez de meterse en la cama, había cambiado de traje y se dirigía a la Florida, mecido por el dulce vaivén de su elegante carruaje.
Al volver a su casa después de amanecido, le habían entregado una carta traída en la noche anterior. Era de aquella desconocida que mantenía con él extraña correspondencia durante dos semanas. Una inicial por firma y la letra de carácter inglés, fina, correcta e igual a la de todas las que han sido pensionistas del Sacré Coeur. Hasta su mujer la tenía así. Parecía que era ella la que le escribía citándole a las diez en la Florida, frente a la iglesia de San Antonio. ¡Qué disparate!».
El milagro de San Antonio
La condenada y otros cuentos
Vicente Blasco Ibáñez
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