«Bajó a los pocos minutos, pero pálido e inquieto. Le había recibido su madre, que estaba arreglándose para ir a misa y al Mercado. La pobre vieja extrañaba aquella salida, y había tenido que engañarla con penosas mentiras. Pero ya estaba él allí con todo su arreglo. Cuando Tono quisiera... ¡andando!».
En la boca del horno
La condenada y otros cuentos
Vicente Blasco Ibáñez
Plaza del Mercado
No hay comentarios:
Publicar un comentario