«Siguiendo con mirada famélica el hervor del arroz en la paella, los segadores de la masía escuchaban al tío Correchóla, un vejete huesudo que enseñaba por la entreabierta camisa un matorral de pelos grises.
Las caras rojas, barnizadas por el sol, brillaban con el reflejo de las llamas del hogar, los cuerpos rezumaban el sudor de la penosa jornada, saturando de grosera vitalidad la atmósfera ardiente de la cocina...»
El establo de Eva. Cuentos valencianos
Vicente Blasco Ibáñez
http://solerdos.blogspot.com.es/
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