«Tronaba en las calles del Cabañal, a pesar de que el día amaneció sereno.
La gente echábase de la cama aturdida por el ruido sordo e incesante, igual al tableteo de lejanos truenos. Las buenas vecinas, desgreñadas, con los ojos turbios y ligeras de ropas, salían a las puertas para ver a la azulada luz del alba cómo pasaban los fieros judíos, autores de tanto estrépito, golpeando los parches de sus destemplados y fúnebres atabales.
Los más grotescos figurones asomaban en las esquinas, como si, barajándose el almanaque, Carnaval hubiese caído en Viernes Santo».
Flor de Mayo
Vicente Blasco Ibáñez
La Semana Gráfica. 19 de abril de 1927
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