«Desde la plaza, inundada por el tibio sol de primavera, en cuya atmósfera luminosa moscas y abejorros trazaban sus complicadas contradanzas brillando como chispas de oro, la puerta de la iglesia, enorme boca por la que escapaba el vaho de la multitud, parecía un trozo de negro cielo, en el que se destacaban como simétricas constelaciones los puntos luminosos de los cirios.
¡Qué derroche de cera! Bien se conocía que era la madrina aquella señora de Valencia, de la que los Bollos eran arrendatarios, la cual había costeado la carrera del chico».
Noche de bodas. Cuentos valenciamos
Vicente Blasco Ibáñez
Plaza de Benimaclet
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