domingo, 9 de septiembre de 2018

Eran los amos del agua; en sus manos estaba la vida de las familias

«Terminó el alguacil de arreglar el tribunal, y plantóse a la entrada de la verja, esperando a los jueces. Iban llegando, solemnes, con una majestad de labriegos ricos, vestidos de negro, con blancas alpargatas y pañuelo de seda bajo el ancho sombrero. 

Cada uno llevaba tras sí un cortejo de guardas de acequia, de pedigüeños que antes de la hora de la justicia buscaban predisponer el ánimo del tribunal en su favor.

La gente labradora miraba con respeto a estos jueces salidos de su clase, cuyas deliberaciones no admitían apelación. Eran los amos del agua; en sus manos estaba la vida de las familias, el alimento de los campos, el riego oportuno, cuya carencia mata una cosecha. Y los habitantes de la extensa vega, cortada por el río nutridor como una espina erizada de púas que eran sus canales, designaban a los jueces por el nombre de las acequias que representaban».

La barraca

Vicente Blasco Ibáñez


Tribunal de las Aguas

Todocolección

No hay comentarios:

Publicar un comentario