«Junto a la puerta de la barraca estaba la esposa, rodeada de los pequeños, esperando, impaciente, por ser ya pasada la hora de comer.
Batiste miró sus campos y toda la rabia sufrida una hora antes ante el Tribunal de las Aguas volvió de golpe, como una oleada furiosa, a invadir su cerebro.
Su trigo sufría sed. No había más que verlo. Tenía la hoja arrugada, y el tono verde, antes tan lustroso, era ahora de una amarilla transparencia. Le faltaba el riego, la tanda que le había robado Pimentó con sus astucias de mal hombre, y no volvería a corresponderle hasta pasados quince días, porque el agua escaseaba. Y encima de esta desdicha, todo el rosario condenado de libras y sueldos de multa, ¡Cristo!»
La barraca
Vicente Blasco Ibáñez
La Esfera. 1 de mayo de 1920
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