«En aquellas horas de regocijo público, en medio de la calle, acariciados por la expansión de todos los vecinos, se arrullaban el licenciado y Pepeta: él, dulzón empalagoso, hablándole al oído; ella, grave estirada y seria, apretando los labios como si estuviera ofendida, porque una chavala que se respete debe poner siempre al novio cara de perro. Los hombres son muy presuntuosos, y si llegan a comprender que una está chiflada por ellos..., ya..., ya...»
¡Cosas de hombres!
Cuentos valencianos
Vicente Blasco Ibáñez
Idilio en la barraca
Todocolección
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