«Desde las Pascuas que era grande la intimidad entre las dos familias;
Juanito había oído hablar la noche anterior de cierto plan de
esparcimiento matutino, como principio de fiesta, por ser los días de
Amparito. Oirían la primera misa en la capilla de los Desamparados,
porque a doña Manuela, como buena valenciana, le parecía que ninguna
misa del resto del año valía tanto como aquélla y después tomarían
chocolate en un huerto de fresas, bajo un toldo de plantas trepadoras,
recreándose el olfato con el olor de los campos de flores y el humillo
del espeso soconusco.
El día de la Virgen fue con Tónica y su amiga a la primera misa en la
capilla de los Desamparados. Dentro del templo sonaba la música; la
multitud, oprimida en la mezquina rotonda, esparcíase por la plaza hasta
la fuente, adornada con un ridículo templete que parecía de confitería.
Todos estaban en actitud reverente, sin ver otra cosa de la misa que
las obscuras puertas, en cuyo fondo brillaban como chispas de oro las
luces de los altares, sintiendo en sus descubiertas cabezas el
vientecillo de primavera, semejante al halago de una mano invisible,
tibia y olorosa. En esta confusión, cuando Juanito, sacando los codos,
guardaba de empujones a las dos mujeres, vio a corta distancia a su
familia y la del señor Cuadros».
Arroz y tartana
Vicente Blasco Ibáñez
Procesión de la Virgen de los Desamparados
http://vicenticoaa.blogspot.com/2013/05/virgen-de-los-desamparados.html
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