«Batistet intentó disculparse ante su padre de este descuido. Cuando corría hacia la barraca, asustado por los gritos de su madre, había visto venir por el camino un grupo de hombres, gente alegre que reía y cantaba, regresando, sin duda, de la taberna. Tal vez eran ellos.
El padre no quiso oir mas... ¡Pimentó! ¿Quién otro podía ser? El odio de la huerta le asesinaba un hijo, y ahora aquel ladrón le mataba su caballería, adivinando lo necesaria que era para su existencia. ¡Cristo! ¿No había ya bastante para que un cristiano se perdiese?...
Y no razonó más. Sin saber lo que hacía, regresó a la barraca, cogió su escopeta de detrás de la puerta y salió corriendo, mientras instintivamente abría la recámara de su arma para ver si los dos cañones estaban cargados».
La barraca
Vicente Blasco Ibáñez
No hay comentarios:
Publicar un comentario