miércoles, 19 de enero de 2022

¡Ea! ellos eran tan hombres como el que más y podían ir donde fuese otro. ¡Barcas al agua!

«Esta suposición les irritaba, como si el Retor fuese a apoderarse de toda la pesca que había en el mar. Los más codiciosos y audaces se decidieron. ¡Ea! ellos eran tan hombres como el que más y podían ir donde fuese otro. ¡Barcas al agua!

La resolución fue contagiosa, y los boyeros no sabían dónde acudir, pues todos querían ser los primeros, como si se hubiera generalizado la locura del Retor. Parecía que todos temiesen ver agotada la pesca de un momento a otro.

Las mujeres en la playa gritaban de miedo al ver á sus hombres lanzarse en tal aventura, y proferían maldiciones contra el Retor, un lanudo que quería perder a toda la gente honrada del Cabañal.

La siñá Tona, en ropas menores, con la escasa cabellera gris flotando sobre el cráneo, acababa de llegar a la orilla. Estando en la cama le habían dicho la locura de su hijo y corría a evitarla. Pero las dos barcas ya estaban muy lejos.

—¡Pascualet!—gritaba la pobre mujer formando bocina con las manos—. ¡Fill meu!... Torna... torna.

Y al conocer que no podían oírla, tirábase de los escasos pelos y prorrumpía en gemidos y aclamaciones».

Flor de mayo

Vicente Blasco Ibáñez



Haciéndose a la mar. 1908

Joaquín Sorolla y Bastida

Óleo. 82.5 x 107.5

Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba. La Habana

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