domingo, 24 de septiembre de 2023

Las sombrillas de seda, los sombreritos de paja, los trajes claros y vistosos

«Así pasaron las horas. Aquella ruda faena embrutecía a Antonio, le impedía pensar; pero de sus ojos rodaban lágrimas y más lágrimas, que, mezclándose con el agua de la cala, caían en el mar sobre la tumba del hijo.

La barca navegaba con creciente rapidez, sintiendo que se vaciaban sus entrañas.

El puertecillo estaba a la vista, con sus masas de blancas casitas doradas por el sol de la tarde.

La vista de tierra despertó en Antonio el dolor y el espanto adormecidos.

—¿Qué dirá mi mujer? ¿Qué dirá mi Rufina?—gemía el infeliz.

Y temblaba como todos los hombres enérgicos y audaces, que en el hogar son esclavos de la familia.

Sobre el mar deslizábase como una caricia el ritmo de alegres valses. El viento de tierra saludaba a la barca con melodías vivas y alegres. Era la música que tocaba en el paseo, frente al Casino. Por debajo de las achatadas palmeras desfilaban, como las cuentas de un rosario de colores, las sombrillas de seda, los sombreritos de paja, los trajes claros y vistosos de toda la gente de veraneo».

En el mar

La condenada y otros cuentos

Vicente Blasco Ibáñez



Balneario Las Arenas

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