«Neleta se proponía este año gozar como nunca en las fiestas. Su felicidad era completa. Le parecía vivir en una eterna primavera tras el mostrador de la taberna. Cuando cenaba, teniendo a un lado a Cañamel y al otro al Cubano, todos tranquilos y satisfechos, en la santa paz de la familia, se consideraba la más dichosa de las mujeres y alababa la bondad de Dios, que permite vivir felices a las buenas personas. Era la más rica y la más guapa del pueblo; su marido estaba contento; Tonet, supeditado a su voluntad, mostrábase cada vez más enamorado… ¿Qué le quedaba por desear? Pensaba que las grandes señoras que había visto de lejos en sus viajes a Valencia no eran de seguro tan dichosas como ella en aquel rincón de barro rodeado de agua».
Cañas y barro
Vicente Blasco Ibáñez
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