«Aún permanecieron los dos un buen rato inmóviles en la ribera de barro, sin atreverse a embarcar, como si esperasen a alguien.
Los calafates llamaban al Cubano. Debía emprender pronto el viaje: el viento iba a caer, y si marchaba al Palmar, aún tendría que darle a la percha un buen rato. Neleta, con visible turbación, sonreía a toda aquella gente de Catarroja, que la saludaba por baberla visto en su taberna».
Cañas y barro
Vicente Blasco Ibáñez
La Albufera
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