«Sus enemigas murmuraban; la Samaruca la espiaba; ella y Tonet, para verse a solas, sin excitar sospechas, tenían que inventar viajes a las poblaciones inmediatas al lago. Neleta era la que aguzaba para esto el ingenio, con una facundia que hacía sospechar al Cubano si serían ciertas las murmuraciones sobre amores anteriores a los suyos, que acostumbraron a la tabernera a tales astucias. Pero ésta se mostraba tranquila ante la maledicencia. Lo que ahora hablaban sus enemigas era lo mismo que decían cuando entre ella y Tonet no se cambiaban más que palabras indiferentes. Y con la certeza de que nadie podía probar su falta, despreciaba las murmuraciones, y en plena taberna bromeaba con Tonet de un modo que escandalizaba al tío Paloma. Neleta se daba por ofendida. ¿No se habían criado juntos? ¿No podía querer a Tonet como a un hermano, recordando lo mucho que su madre había hecho por ella?».
Cañas y barro
Vicente Blasco Ibáñez
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