«Primero el privilegio del glorioso San Jaime, el que mataba moros, pues el barquero, en su respeto por el rey conquistador, que regaló el lago a los pescadores, creía poca cosa la realeza y lo quería santo. Después venían las concesiones de Don Pedro, Doña Violante, Don Martín, Don Fernando, todos reyes y unos benditos siervos de Dios, que se acordaban de los pobres; y quién el derecho a cortar troncos de la Dehesa para calar las redes, quién el privilegio de aprovecharse de las cortezas del pino para teñir el hilo de las mallas, todos regalaban algo a los pescadores. Aquéllos eran otros tiempos. Los reyes, excelentes personas, con la mano siempre abierta para los pobres, se contentaban con el quinto de la pesca; no como ahora, que la Hacienda y demás invenciones de los hombres se llevan cada tres meses media arroba de plata por dejarles vivir en un lago que era de sus abuelos».
Cañas y barro
Vicente Blasco Ibáñez
La Albufera. 1920
http://vicenticoaa.blogspot.com.es/2016/01/
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