domingo, 2 de diciembre de 2018

Se agarraron en medio del pasadizo húmedo y pegajoso

«Pero su triunfo duró poco. Al volver el sonriente rostro recibió en los ojos y las narices dos puñados de sardinas que le arrojó Rosario, ciega de furor... ¿A ella tal insulto? Que saliera aquel pendón; quería verle la cara. 

Y Dolores se echó fuera de su puesto, remangándose aun más los brazos, con los ojos moteados por el extraño fulgor de sus puntos de oro. 

Allá iba la otra: con la cabeza baja, mascullando las más atroces palabrotas; temblando de pies a cabeza por la rabia y atropellando a cuantos intentaron detenerla. 

Se agarraron en medio del pasadizo húmedo y pegajoso, entre las dos filas de mesas.La mujercita nerviosa y débil chocó con ímpetu contra la buena moza sin lograr abatirla. Eran el nervio chocando contra el músculo; la ira azotando a la fuerza, sin causarla la menor emoción. 

Dolores esperó a pie firme, acogiendo a su rival con una lluvia de bofetadas que enrojecieron lívidamente las enjutas mejillas de Rosario; pero de pronto lanzó un alarido, llevándose ambas manos á una oreja. 

Por entre los dedos brotaban hilillos de sangre... ¡Ah, la grandísima perra! La había desgarrado la oreja tirando de uno de aquellos pendientes de gruesas perlas que admiraba la Pescadería entera. 

¿Era este un modo digno de reñir? ¿No resultaba propio de quien tiene el alma atravesada? ¡En la galera estaban muchas con menos motivo! 

Y la hermosa pescadera lloriqueaba, agarrándose la oreja con graciosa expresión de niña dolorida. 

El choque sólo había durado unos segundos».

Flor de mayo

Vicente Blasco Ibáñez



Ilustración de José Pedraza Ostos para "Flor de mayo"

La novela ilustrada

Cortesía de Marga Preda

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