«En la proa erguía su hijo Pascualet la desmedrada e inmóvil figurilla, como si fuese el mascarón de la barca, hecho un lobo de mar, descalzo y sucio, con la camisa fuera del calzón, los faldones revoloteando al viento y al descubierto su panza rojiza como la de una estatuílla de barro cocido. Y frente a la barca lo admiraban un buen golpe de infelices rateros de la playa, casi desnudos, con aspecto de tribu salvaje, rojos, con la pátina que da a los cuerpos el aire del mar y los miembros enjutos, delatando la pobreza nutritiva de la salazón. ¡Pero qué suerte tenía el Retor! Traía la barca atestada de langostinos, que a dos pesetas libra... ¡tira! ¡tira! Y los miserables abrían la boca y entornaban los ojos como si viesen un deslumbrante oleaje de pesetas».
Flor de mayo
Vicente Blasco Ibáñez
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