«¡Rediel! Aquello era una barbaridad. ¿Dónde tenía los ojos el Retor? ¿No veía acercarse el temporal?
Mutis, agüelo. Aquello, cuando más, reventaría en agua; y al que está acostumbrado al mar, le importa poco un chubasco más o menos.
Pero el viejo seguía protestando. Reventaría en agua o en viento, y si ocurría esto ya podían rezar el último padrenuestro los pescadores a quienes pillase.
El patrón protestó con una rudeza extraña en él, que trataba siempre con respeto al viejo... ¡Tío Batiste, a casa! Sólo servía ya para sacristán del Cabañal. Él no quería carroñas ni cobardes en su barca».
Flor de mayo
Vicente Blasco Ibáñez
Iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles
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