«La tía Picores mostrábase majestuosa en la alta poltrona, con su blanducha obesidad de ballena vieja, contrayendo el arrugado y velloso hocico y mudando de postura para sentir mejor la tibia caricia del braserillo, que hasta muy entrado el verano tenía entre los pies, lujo necesario para su cuerpo de anfibio, impregnado de humedad hasta los huesos. Sus manos amoratadas no estaban un momento quietas. Una picazón eterna parecía martirizar su arrugada epidermis, y los gruesos dedos hurgaban en los sobacos, se deslizaban bajo el pañuelo, hundiéndose en la maraña gris, y tan pronto hacía temblar con sus tremendos rascuñones el enorme vientre que caía sobre las rodillas cual amplio delantal, como con un impudor asombroso remangábase la complicada faldamenta de refajos para pellizcarse en las hinchadas pantorrillas».
Flor de mayo
Pescadera del Cabañal
Anna Christian
No hay comentarios:
Publicar un comentario