sábado, 3 de noviembre de 2018

Esperando que le llegara el turno para limpiarse de unas barbas de dos semanas

«Al extremo del puente, en una planicie entre dos jardines, frente a las ochavadas torres que asomaban sobre la arboleda sus arcadas ojivales, sus barbacanas y la corona de sus almenas, se detuvo Batiste, pasándose las manos por el rostro. Tenía que visitar a los amos, los hijos de don Salvador, a pedirles a préstamo un piquillo para completar la cantidad que iba a costarle la compra de un rocín que sustituyese al Morrut. Y como el aseo es el lujo del pobre, se sentó en un banco de piedra, esperando que le llegara el turno para limpiarse de unas barbas de dos semanas, punzantes y duras como púas, que ennegrecían su cara».

La barraca

Vicente Blasco Ibáñez


Barberos en el puente de Serranos

J. Lévy, 1888

Archivo José Huguet

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