«La animación del mercado iba en aumento. En torno a cada caballería cuya venta se estaba ajustando se formaban grupos de gesticulantes y parlanchines labriegos en mangas de camisa, con una vara de fresno en la diestra. Los gitanos, secos, bronceados, de zancas largas y arqueadas, zamarra con remiendos y gorra de pelo, bajo la cual brillaban sus ojos con resplandor de fiebre, hablaban sin cesar, echando su aliento a la cara del comprador como si quisieran embaucarle e hipnotizarle.
—Pero fíjese usted bien en la jaca. Repare en sus líneas... ¡Si parece una señorita!
Y el labriego, insensible a las melosidades gitanas, encerrado en sí mismo, pensativo e inerte, miraba al suelo, miraba a la bestia, se rascaba el cogote, y acababa diciendo con energía de testarudo:
—Bueno; pues no done més (Bueno; pues no doy más)».
La barraca
Vicente Blasco Ibáñez
Mercado de caballerías
La Semana Gráfica. 2 de abril de 1927
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