viernes, 3 de mayo de 2019

El Cristo del Grao se ocupaba en protegerles

«El Mare nostrum no podía naufragar ni sufrir daño alguno mientras le llevase a él. En días de tormenta, cuando las olas barrían la cubierta de proa o popa y los marineros avanzaban recelosos, temiendo que se los llevase un golpe de mar, Caragol sacaba la cabeza por la puerta de la cocina, despreciando un peligro que no podía ver. 

Las trombas de agua pasaban sobre él, yendo a apagar sus fogones, pero esto enardecía su fe. «¡Animo, muchachos!». El Cristo del Grao se ocupaba en protegerles, y nada malo podría ocurrirle al buque… Unos marineros callaban; otros, irritados, se hacían esto y aquello en la imagen y su santa escala, sin que el devoto se indignase. Dios, que envía los peligros al hombre de mar, sabe que sus malas palabras carecen de malicia. 

Su religiosidad se extendía a las profundidades. Nada quería decir de los peces del Océano. Le inspiraban la misma indiferencia que aquellos buques fríos y sin perfume que ignoraban el aceite y todo lo guisaban con «pomada». Debían ser herejes».

Mare Nostrum

Vicente Blasco Ibáñez



Fiestas del Cristo del Grao. 1913

Las Provincias

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