«Unas veces con esto y otras con el cesto de caña lleno de galletas, que pregonaba con tono melancólico: ¡Salaes y dolses! Roseta conseguía entregar a su madre por las noches unos dos reales, lo que aclaraba un poco el gesto fosco de Tona, a la que los malos negocios iban haciendo egoísta.
Y así creció Roseta; siempre en huraño aislamiento, acogiendo con serenidad amenazante las palizas de su madre; odiando a Tonet, que nunca se había fijado en ella; sonriendo algunas veces al Retor, que cuando bajaba a tierra solía tirarle amistosamente de los retorcidos pelos, y despreciando a la pillería de la playa, de la cual alejábase con un airecillo de reina orgullosa.
Tona acabó por no ocuparse de la chiquilla, a pesar de ser la única compañera en aquella vivienda, que en las tardes del invierno parecía estar en pleno desierto. Tonet y la hija del tartanero eran su continua preocupación».
Flor de mayo
Vicente Blasco Ibáñez
Valencia. 1952
Elliott Erwitt
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