«A causa de esto, desde la mañana hasta el anochecer, la vieja barraca soltaba por su puerta una melopea fastidiosa, de la que se burlaban todos los pájaros del contorno.
—Pa...dre nuestro, que... estás... en los cielos...
—Santa... María...
—Dos por dos..., cuatro...
Y los gorriones, los pardillos y las calandrias, que huían de los chicos como del demonio cuando los veían en cuadrilla por los senderos, posábanse con la mayor confianza en los árboles inmediatos, y hasta se paseaban con sus saltadoras patitas frente a la puerta de la escuela, riéndose con escandalosos gorjeos de sus fieros enemigos al verlos enjaulados, bajo la amenaza de la caña, condenados a mirarlos de reojo, sin poder moverse y repitiendo un canto tan fastidioso y feo.
De cuando en cuando enmudecía el coro y sonaba, majestuosa, la voz de don Joaquín, soltando su chorro de sabiduría.
—¿Cuántas son las obras de misericordia?...
—Dos por siete, ¿cuántas son?...
Y rara vez quedaba contento de las contestaciones.
—Son ustedes unos bestias. Me oyen como si les hablase en griego. ¡Y pensar que los trato con toda finura, como en un colegio de la ciudad, para que aprendan ustedes buenas formas y sepan hablar como las personas!... En fin, tienen ustedes a quien parecerse: son tan brutos como sus señores padres, que ladran, les sobra dinero para ir a la taberna e inventan mil excusas para no darme el sábado los dos cuartos que me pertenecen».
La barraca
Vicente Blasco Ibáñez
Ilustración de José Benlliure para "La barraca"
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