miércoles, 24 de octubre de 2018

Era el rebaño del tío Tomba, que se aproximaba

«Algunas tardes oíase un melancólico son de esquilas, y toda la escuela se agitaba de contento. Era el rebaño del tío Tomba, que se aproximaba. Todos sabían que llegando el viejo con su ganado había un par de horas de asueto. 

Si parlanchín era el pastor, no le íba en zaga el maestro. Ambos emprendían una interminable conversación, y los discípulos abandonaban los bancos para oírlos de cerca o iban a jugar con las ovejas, que rumiaban la hierba de los ribazos cercanos. 

A don Joaquín le inspiraba gran simpatía el viejo. Había corrido mundo, tenía la deferencia de hablarle siempre en castellano, era entendido en hierbas medicinales, sin arrebatarle por esto sus clientes; en fin: que resultaba la única persona de la huerta capaz de alternar con él. 

La aparición era siempre igual. Primero llegaban las ovejas a la puerta dé la escuela, metían la cabeza, husmeaban, curiosas, e iban retirándose con cierto desprecio, convencidas de que allí no había más pasto que el intelectual, y valía poco. Después se presentaba el tío Tomba, caminando con seguridad por aquella tierra conocida pero con el cayado por delante, único auxilio de sus moribundos ojos».

La barraca

Vicente Blasco Ibáñez




Ilustración de José Benlliure para "La barraca"

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