«El gesto afirmativo de Tonet pudo más que su pereza, y aunque con cierta pena, se decidió a ponerse de pie. Bebieron en la taberna, y después, lentamente, fueron a sentarse en un ribazo del puerto resguardado por tablas negras.
Tonet no había visto a Sangonera en muchos días, y el vagabundo le contó sus penas.
Nada tenía que hacer en el Palmar. Neleta la de Cañamel, una orgullosa que olvidaba su origen, le había despedido de la taberna con el pretexto de que ensuciaba los taburetes y los azulejos del zócalo con el barro de sus ropas. En las otras tabernas todo era miseria: no acudía un bebedor capaz de pagar una copa, y él se veía forzado a salir del Palmar, a correr el lago, como en otros tiempos lo hacía su padre; a pasar de pueblo en pueblo, siempre en busca de generosos amigos».
Cañas y barro
Vicente Blasco Ibáñez
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