martes, 16 de enero de 2018

Los comerciantes de antigüedades no habían descubierto aún la rica Valencia

«¡Pobre notario!… Jamás había vuelto con las manos vacías cuando era llamado fuera de la ciudad por la confianza de los labriegos ricos, incapaces de creer en otra ciencia jurídica que no fuese la suya. Era el tiempo en que los comerciantes de antigüedades no habían descubierto aún la rica Valencia, donde la gente popular se vistió de seda durante siglos, y muebles, ropas y cacharros parecían impregnarse de la luz de un sol siempre igual, del azul de un ambiente siempre sereno.

Don Esteban, que se creía obligado a ser anticuario en su calidad de individuo de varias sociedades regionales, iba llenando su casa con los restos del pasado adquiridos en los pueblos o que le ofrecían espontáneamente sus clientes. No encontraba ya para los cuadros paredes libres, ni espacio en sus salones para los muebles».

Mare Nostrum

Vicente Blasco Ibáñez


El rastro

Joaquín Collado

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