«Cuando tropezaban con el carabinero solitario que contempla el mar apoyado en su fusil, el médico le ofrecía un cigarro o le daba consejos si estaba enfermo. ¡Pobres hombres! ¡Tan mal pagados!… Pero sus simpatías iban a los otros, a los enemigos de la ley. Él era hijo de su mar, y en el Mediterráneo, héroes y nautas todos habían tenido algo de piratas o de contrabandistas. Los fenicios, que difundían con sus navegaciones las primeras obras de la civilización, se cobraban este servicio llenando sus barcos de mujeres raptadas, mercancía rica y de fácil transporte».
Mare Nostrum
Vicente Blasco Ibáñez
Esperando las barcas
Playa del Cabañal
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