«La fiesta prometía. El gozo reflejábase en los rostros rubicundos; en el corral se desataban los pellejos para hacer cataduras y tomar fuerzas, y por si algo faltaba, allá en la calle sonó la alegre dulzaina con escalas que parecían cabriolas. Hasta Dimoni estaba en la fiesta: bien decían que el novio no reparaba en gastos. Había que darle vino para que tocase mejor, y el enorme vaso iba de mano en mano desde el corral hasta la puerta de la calle, donde Dimoni empinaba el codo con gravedad, dejando el sobrante a su pelado tamborilero».
La cencerrada
Cuentos valencianos
Vicente Blasco Ibáñez
Dolçaina i tabalet
Principios del siglo XX
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