lunes, 17 de agosto de 2020

Dejando el sobrante a su pelado tamborilero

«La fiesta prometía. El gozo reflejábase en los rostros rubicundos; en el corral se desataban los pellejos para hacer cataduras y tomar fuerzas, y por si algo faltaba, allá en la calle sonó la alegre dulzaina con escalas que parecían cabriolas. Hasta Dimoni estaba en la fiesta: bien decían que el novio no reparaba en gastos. Había que darle vino para que tocase mejor, y el enorme vaso iba de mano en mano desde el corral hasta la puerta de la calle, donde Dimoni empinaba el codo con gravedad, dejando el sobrante a su pelado tamborilero».

La cencerrada

Cuentos valencianos

Vicente Blasco Ibáñez



Dolçaina i tabalet

Principios del siglo XX

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