«Daba gloria ver tan alegre agitación. Aquellas gentes, que en el resto del año vivían condenadas a manejar la azada de sol a sol sin más consuelo que el tomate crudo, la sardina mohosa y el áspero bacalao, se embriagaban de grasa en la gigantesca inundación de comida. ¡Lo que hace tener dinero! Bien se estaba en una casa como aquélla, con todo lo que Dios cría de bueno».
La cencerrada
Cuentos valencianos
Vicente Blasco Ibáñez
Venta de bacalao en el Mercado Central de Valencia
Cortesía de José Navarro Escrich
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