«Pasaban después los judíos, fieros mamarrachos que parecían arrancados de un escenario humilde donde se representasen dramas de la Edad Media con ropería pobre y convencional. Era su indumentaria la que el vulgo conoce con el nombre vago y acomodaticio de traje de guerrero ; tonelete cuajado de lentejuelas, bordados y franjas, como la túnica de un apache; casco rematado por un escandaloso penacho de rabo de gallo y los miembros ceñidos por un tejido grueso de algodón que modestamente imitaba la malla de acero. Y como colmo de la caricatura y el despropósito, con las fúnebres vestas y los imponentes judíos, pasaban los granaderos de la Virgen, buenos mozos, con enormes mitras semejantes a las gorras de los soldados del gran Federico y un uniforme negro adornado con galones de plata que parecían arrancados de algún ataúd».
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