«Pero lo que a las dos hermanas les llamaba la atención era la falla. No
estaba mal aquello, para ser obra de gente tan ordinaria como el
cafetinero y sus cofrades.
Los monigotes eran siete bebés colosales, que componían una orquesta
abigarrada, y en el centro, un caballero de frac y batuta en mano. ¿Qué
intención oculta tenía aquello? Pero Amparito soltó la carcajada
inmediatamente. El tupé descomunal y grotesco del director de orquesta
se lo explicó todo. Aquél era Sagasta, y los otros los ministros. Estaba
segura de ello. En los periódicos satíricos que compraba Rafael había
visto aquellas caras convencionales, destrozadas por él lápiz de los
caricaturistas; y partiendo del descubrimiento del famoso tupé, fue
señalando a su hermana cada bebé por su nombre, riéndose como una loca
al ver que el ministro de Hacienda tocaba el violón.
Pero cuando su alegría subió de punto fue al ver que algunos chicuelos,
escondidos entre los biombos, tiraban de cuerdas, poniendo en movimiento
a los monigotes. ¡Qué gracioso era aquello...! Las dos hermanas reían
contemplando las contorsiones del señor del tupé, que a cada movimiento
de batuta parecía próximo a partirse por el talle, la rigidez automática
y grotesca con que los bebés tocaban en sus instrumentos una muda
sinfonía, que causaba gran algazara en el gentío».
Arroz y tartana
Vicente Blasco Ibáñez
"El Concierto Musical de llorones"
Plaza de San Gil. 1891
No hay comentarios:
Publicar un comentario