«Y la siñá Tona hacía confidente de sus desdichas a Martínez, un carabinero joven que estaba de servicio en aquella parte de la playa, y pasaba las horas del calor sentado bajo el sombrajo de la taberna, con el fusil entre las rodillas, mirando vagamente el límite del mar, con el oído atento á las eternas lamentaciones de la tabernera.
El tal Martínez era andaluz, de Huelva; un muchacho guapo y esbelto, que llevaba con mucha marcialidad el uniforme viejo de servicio y se atusaba al hablar el rubio bigote con expresión distinguida.
La siñá Tona le admiraba. Las personas que son finas no lo pueden ocultar; a la legua se las conoce.
Y además, ¡qué gracia en el lenguaje! ¡qué términos tan escogidos gastaba! Bien se conocía que era hombre leído. Como que había estudiado muchos años en el Seminario de su provincia; y si ahora se veía así era porque, no queriendo ser cura y deseando ver mundo, había reñido con su familia, sentando plaza, para venir al fin a meterse en carabineros».
Flor de mayo
Vicente Blasco Ibáñez
Cuartel de Carabineros en La Patacona
Cortesía de Tequín Iglesias
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