miércoles, 6 de febrero de 2019

Apareció junto a éste un gitano, obsequioso, campechanote

«Apenas pasó una mano por las ancas del rocín, apareció junto a éste un gitano, obsequioso, campechanote, tratándole como si le conociese toda su vida. 

—Es un animal de perlas; bien se ve que usted conoce las buenas bestias... y barato: me parece que no reñiremos... ¡Monote!, sácalo de paseo, para que vea el señor con qué garbo bracea. 

Y el aludido Monote, un gitanillo con el trasero al aire por las roturas del pantalón y la cara llena de costras, cogió al caballo del ronzal y salió corriendo por los altibajos de arena, seguido de la pobre bestia, que trotaba displicente, como fatigada de una operación tantas veces repetida. 

Corrió la gente curiosa, agrupándose en torno a Batiste y al gitano, que seguían con sus miradas la marcha del animal. Cuando volvió Monote con el caballo, el labriego lo examinó detenidamente. Metió sus dedos entre la amarillenta dentadura, pasó sus manos por las ancas, levantó sus cascos para inspeccionarlos, lo registró cuidadosamente entre las piernas. 

—Mire usted, mire usted —decía el gitano—, que para eso está... Más limpio que la patena. Aquí no se engaña a nadie: todo natural. No se arreglan los animales, como hacen otros, que desfiguran un burro en un santiamén. Lo compré la semana pasada y ni me he cuidado de arreglarle esas cosillas que tiene en las piernas. Ya ha visto usted con qué salero bracea... ¿Y tirar de un carro?... Ni un elefante tiene su empuje. Ahí en el cuello, verá usted las señales».

La barraca

Vicente Blasco Ibáñez


Estampa. 17 de julio de 1928


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