«Sus trigos, altos y verdes, formaban como un lago de inquietas ondas al borde del camino; la alfalfa mostrábase lozana, con un perfume que hizo dilatarse las narices del caballo. No podía quejarse de sus tierras; pero dentro de la barraca era donde temía encontrar la desgracia, eterna compañera de su existencia, esperándole para clavar en él sus uñas».
La barraca
Vicente Blasco Ibañez
Nuevo Mundo. 27 de julio de 1905
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