«Esta democracia ha sido impetuosa, igualitaria y enamorada de los ideales nuevos, desde aquella revolución de las Germanías, la única de nuestra historia con carácter social. Pero vehemente y exagerada hasta en sus extravíos, hubo que verla cuando era moda el absolutismo neto y el catolicismo de navaja, en el primer tercio del siglo XIX. El mismo Fernando VII temblaba ante el fervor monárquico y religioso de sus buenos voluntarios realistas de la orilla izquierda y la derecha del Turia. El Arcángel San Miguel era capitán general honorario de Valencia, y los subalternos del celestial caudillo arrancaban los bigotes en medio de la calle a todo el que exhibía en su cara este adorno, propio de liberales; remangaban a las señoras para cortarles las cintas de los zapatos, si eran verdes, color de la Constitución, y sintiendo, con hondo disgusto, no poder quemar al librepensador Ripoll en la plaza del Mercado, por miedo a Chateaubriand y otros políticos extranjeros que habían impuesto la desaparición del Santo Oficio, se consolaban metiendo al pobre maestro, después de ahorcado, en un tonel con llamas pintadas. Los frailes, que eran los tribunos de las masas de entonces, adornaban la cruz de una encrucijada cubriéndola de huevos para solemnizar la derrota de los liberales, y al pie colocaban esta culta y hermosa redondilla, que arrancaba rugidos de entusiasmo:
"Los huevos que aquí miréis
por humildad los ponemos,
que otros más grandes tenemos
y vosotros no los veis"».
Alma valenciana
Vicente Blasco Ibáñez
Poblado de La Punta. 1930
Aquí ejerció como maestro Cayetano Ripoll
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