«El viejo Tòfol y la chicuela vivían esclavos de su huerto, fatigado por una incesante producción.
Eran dos árboles más, dos plantas de aquel pedazo de tierra--no mayor que un pañuelo, según decían los vecinos--, y del cual sacaban su pan a costa de fatigas.
Vivían como lombrices de tierra, siempre pegados al surco, y la chica, a pesar de su desmedrada figura, trabajaba como un peón».
Primavera triste
La condenada y otros cuentos
Vicente Blasco Ibáñez
Regant les plantes
Todocolección
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