«Pasando cierta vez por Valencia, me dijo Salmerón:
—Siempre que visito esta tierra, noto en la gente un bienestar, una satisfacción que no encuentro en otras regiones. No hay aquí riqueza ni fausto; pero tampoco miseria.
Esa observación del gran tribuno es exacta. En Valencia apenas hay ricos que merezcan este nombre: la aristocracia nobiliaria se arruinó y hace muchos años que reside en Madrid. No llegan a una docena los que poseen una fortuna de dos o tres millones: en Valencia son potentados; en Barcelona o Bilbao figurarían en tercera fila.
En cambio no hay provincia española que tenga tantos propietarios como Valencia. La agricultura esta subdividida hasta lo infinito. Cada labriego es dueño del pedazo de suelo que cultiva. Unos son propietarios por la ley: los mas tienen la tierra en arrendamiento, transmitiéndose su posesión por herencia, dentro de la familia, desde hace siglos, sin que el verdadero dueño que reside en la ciudad ose intervenir en estas donaciones ni aumentar el arriendo que aún se cuenta por libras y sueldos como en tiempos de los reyes de Aragón. La escopeta, compañera inseparable del huertano desde que entra en la pubertad, y el fraternal y enérgico apoyo que se prestan todos los trabajadores de la vega, son los sostenes de este derecho tradicional del que extraje la trama de mi novela La Barraca».
Alma valenciana
Vicente Blasco Ibáñez
Huerta de Ruzafa
Todocolección
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