sábado, 9 de septiembre de 2017

Eran sus hijas, las únicas muñecas de su infancia

«Allí estaba cuanto quería en el mundo: los árboles que la conocieron de pequeña y las flores que en su pensamiento inocente hacían surgir una vaga idea de maternidad. Eran sus hijas, las únicas muñecas de su infancia, y todas las mañanas experimentaba la misma sorpresa viendo las flores nuevas que surgían de sus capullos, siguiéndolas paso a paso en su crecimiento, desde que, tímidas, apretaban sus pétalos como si quisieran retroceder y ocultarse, hasta que, con repentina audacia, estallaban como bombas de colores y perfumes».

Primavera triste

La condenada y otros cuentos

Vicente Blasco Ibáñez


Biblioteca Valenciana Nicolau Primitiu

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