martes, 24 de octubre de 2017

En una ocasión llegué a escribir treinta horas sin descansar

«Le pregunto: 

—¿Tiene usted la concepción fácil? 

—Mucho—responde—; yo soy un impresionista y un intuitivo; por lo mismo, esa lucha terrible entre el pensamiento y la forma, de que tanto se lamentan otros autores, apenas existe para mí. Es cuestión de temperamento. Yo creo que las obras de arte se ven instantáneamente o no se ven nunca: si lo primero, el asunto se agarra con tal fuerza a mi imaginación y me absorbe y posee tan en absoluto, que, para descansar, necesito llevarlo al papel de un tirón. El alboroto nervioso que me produce la redacción de los últimos capítulos, especialmente, constituye para mí una verdadera enfermedad: se me cansan la mano y el pecho, me duelen los ojos, el estómago, y, sin embargo, no puedo dejar de escribir; el desenlace tira de mí, me esclaviza, me golpea en la nuca, me enloquece; parezco sonámbulo; me hablan y no oigo; quiero salir a dar un paseo y no me atrevo; la mesa me atrae y vuelvo al trabajo. Muchas veces he escrito diez y seis y diez y ocho horas seguidas. En una ocasión llegué a escribir treinta horas sin descansar más que el tiempo indispensable para beberme alguna taza de caldo o de café...»

Mis contemporáneos

Eduardo Zamacois


Blasco Ibáñez en su estudio del chalet de la Malvarrosa. 1902

http://elargonautavalenciano.blogspot.com.es/2015/02/ecos-de-la-guerra-la-casa-del-artista.html

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